Habito un cuerpo gordo

in Feb 5, 2023

Sí, habito un cuerpo gordo… No siempre fue fácil decirlo en voz alta y mucho menos hacerlo público, pero desde que tengo uso de consciencia esa ha sido mi realidad. Así que aprovechando que estamos en febrero, les quiero contar la historia de amor con mi cuerpo gordo (spoiler alert: ¡no siempre fue así!).

En mi mente siempre divido la palabra “rebajar” y me suena como a volver a bajar. Entonces pienso, “¿a dónde voy a volver si nunca he sido flaca?”. Créeme, no exagero, desde pequeña siempre he sido gorda. Pero cuando una es bebé, es tierno, la “gordi-cuki” me llamaba parte de mi familia paterna. Cuando vamos creciendo, deja de ser lindo y comienza a ser un problema. Recuerdo que mi primera dieta fue en la escuela elemental, quizás entre tercer y quinto grado. La memoria que llega a mi mente es de mí misma comiéndome una cajita de “Special K” y diciéndole a una amiguita que ahora yo estaba a dieta, pero qué mami me había dicho que no le dijera a nadie porque las metas si quieres que se cumplan no se comparten.

Crecí aprendiendo a comparar mi cuerpo con el de otras personas y muchas veces sintiéndome inadecuada porque mi cuerpo era gordo. Aprendí a comer con culpa porque era gorda y no merecía comer, mucho menos disfrutar la comida. Empece a ver la actividad física como un castigo, una terrible consecuencia que me merecía por ser gorda y por “comer de más”. Recuerdo la ansiedad que me provocaba anticipar encuentros con personas que hace tiempo no veía y saber que el primer comentario sería “¡nena que gorda estás!” o el famoso “¿has engordado unas libritas?". 

Siempre mi cuerpo había sido uno gordo, pero a diferencia de la creencia popular, en general tenía buena salud. En medio de un punto muy difícil en mi vida, allá para el 2013, decidí realizarme la famosa operación bariátrica. “No es por ser flaca, es por mi salud”, eso era lo que me decía todo el tiempo. Y es que la Irma saludable se había ido de vacaciones, en ese momento estaba todo el tiempo enferma. Ahora, mirando en retrospectiva, puedo entender que mis circunstancias de vida, el estrés, las pocas horas de sueño, más el intentar trabajar a tiempo completo y hacer mi doctorado posiblemente fueron la razón de que mi salud colapsara. Pero, nadie me lo dijo, todos lxs profesionales de medicina apostaron a que bajar de peso iba a solucionar todo en mi vida. Mientras que mi mente se llenaba de la ilusión, de por fin, ser flaca.

Baje casi 100 libras en todo el proceso de preparación y post-operatorio, sin embargo, nunca llegue a mi peso ideal y saludable según mi estatura. Entre una nutricionista punitiva a la que odiaba visitar, la limitación de acceso a servicios de salud por un cambio de plan médico privado a uno público, el estrés del doctorado y la vergüenza del aumento de peso, abandoné todos los seguimientos médicos. Eso trajo problemas de salud y más aumento de peso. Sin embargo, la parte más difícil era la social, los reclamos de las personas, porque “te dejaste engordar, después que estabas tan linda”.

Por varios años estuve en ciclos en donde no me importaba nada, no llevaba ninguna dieta y no hacía movimiento. Luego volvía hacer dieta e intentaba hacer ejercicios hasta que me cansaba y el ciclo volvía a empezar. A mediados del 2020 por primera vez comencé a explorar la actividad física desde el placer. Literalmente disfrutaba hacer ejercicios y no dejaba de hacerlos cuando no bajaba de peso, porque esa no era mi meta. Conectaba con la sensación de bienestar, la energía, las buenas noches de sueño y celebraba las aventuras que mi cuerpo me permitía. En ese proceso de querer cuidar mi cuerpo porque lo amaba, no porque lo odiaba, retome ciertos seguimientos médicos. Comencé algunos cambios en mi alimentación a ver si lograba mejorar mi hemoglobina que siempre estaba baja y en el proceso, sin buscarlo baje de peso. Tuve la perdida de peso más grande después que me había operado. Todo el mundo tenía algo que decir de mi cuerpo. Yo trataba explicar que no fue la intención bajar, pero creían que estaba siendo modesta y me felicitaban como si bajar de peso fuera la proeza más maravillosa del universo. 

Cuando me convertí en mamá continué mi actividad física, pero no con la misma intensidad. Después de todo, no tenía el mismo tiempo disponible. Ya no hacía hiking cada dos semanas, no podía ir a yoga con la misma frecuencia, y tenía que escoger entre cardio y pesas porque no había tiempo para ambos. Por varios meses estuve en el mismo peso y la realidad no me importó, no estaba buscando bajar. Sin embargo, en casa se organizó una tormenta perfecta: problemas en el ambiente laboral, las primeras navidades con JJ que si han leído mi blog saben que no fueron fáciles, una casa llena de polvo por una construcción inconclusa, un sistema inmune debilitado y altos niveles de estrés, no solo limitaron actividad física, sino que aumentaron mis deseos de comer “comfort food”. El resultado era lógico, aumente 30 libras en cuatro meses. 

Por varios meses, guardé mucho coraje hacia mi cuerpo. Todos los meses tenía un plan para lograr bajar y la frustración se presentaba de forma intensa cuando no podía cumplir el plan, cuando me quedaba igual o aumentaba. Entonces comencé hacer journaling de como me sentía en relación con la alimentación y actividad física con el fin de lograr encontrar la clave para bajar. En el proceso de escribir me di cuenta del coraje que tenía con mi cuerpo por haber engordado y lo poco compasiva que estaba siendo conmigo y mis procesos. Ahí comencé a perdonarme, a hablarme bonito, a bajarle un poco a la autoexigencia. 

Entendí que estaba culpando a mi cuerpo en vez de vivir el duelo de todo lo que había perdido al asumir la maternidad. En mis escritos, me di la oportunidad de comenzar a procesar mi duelo. A reconocer que mi maternidad, a pesar de ser una decisión consciente y planificada, tenía un impacto en diversas áreas de mi vida y representaba una perdida. Mi duelo era válido y nada de lo que había perdido iba a regresar solo por bajar de peso. Mi momento presente simplemente era diferente y mi enfoque en mi cuerpo no me permitía vivirlo plenamente.

En el proceso de escritura consciente, también identifiqué como quería modelar a mi hijo una relación con el cuerpo, la alimentación y la actividad física. Quería que viera que en casa se disfruta el movimiento, se come sin culpa y se valoran todos los cuerpos. En medio de ese proceso de reflexión, un día me salió en spotify el podcast “Yo debería ser flaca”, el nombre me llamó la atención y comenzar a escucharlo, fue mágico. Literalmente fue la pieza del rompecabezas que me faltaba en mi proceso de sanar la relación con mi cuerpo y alimentación. Luego encontré el podcast de “Coma y punto” que actualmente estoy escuchando, ando leyendo y educándome sobre la alimentación intuitiva y el concepto de salud en todas las tallas. Exponerme a nuevo discurso con el que me sentía cómoda y que a su vez me alejaba de las habituales críticas hacia el cuerpo, fue tremendamente sanador. Cuanto hubiera querido aprender de esto antes, por mí y por mis pacientes

Ahoramismo, ando en un proceso de celebración de mi cuerpo, de amarlo tal como es en el momento presente, de pedirle perdón por lo dura que fui en el pasado. He tenido conversaciones eternas con mi pareja sobre el tema, también ando estableciendo límites con gente que amo que sé que aún no están listas para esta conversación. En fin, ando construyendo una relación de amor y respeto hacia mi cuerpo.

Esta es la historia de amor con mi cuerpo gordo. 

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Wanda Gonzalez
Yese
José Miguel Alvarado

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