Comencé la maternidad tomando antidepresivos

in Sep 10, 2022

JJ comenzó a vivir con nosotros el 10 de septiembre del 2021, ese mismo día comencé la licencia de maternidad en mi trabajo. Él fue de la escuela, al hogar y por la tarde le buscamos para que por fin se quedara en su casa para siempre. Y sí, para esa fecha llevaba una semana tomando antidepresivos… Me imagino que al leer esto pudieran pasar muchas cosas por tu mente. Quizás el clásico “y eso que eres psicóloga” o algo así como “pero ¿y no querías adoptar?”.

Convertirse en mamá tiene muchos retos, en mi caso, el proceso de ajuste a todo lo que estaba viviendo se mezcló con estresores laborales muy intensos. Ahora, viendo las cosas con cierta perspectiva, me doy cuenta de que quizás cada cosa por separado lo hubiera podido manejar de forma efectiva. Pero, en ese momento, me sentía bien frustrada, estaba haciendo todo lo que sabía hacer para salvaguardar mi autocuidado y balance emocional, pero simplemente no era suficiente. Después de todo, reuniones y consultas con abogados laborales una semana antes del gran día, no es poca cosa. En ese momento fue que me dije, necesito algo más. No me arrepiento de buscar ayuda psiquiátrica, mi meta en ese momento era estar bien para mi chiquito.

Nuestro hijo iba a comenzar a vivir en nuestro hogar, pero además de sus pocas pertenecias, traía seis años de experiencias que sin duda han dejado huellas en su ser. Pienso que tener conocimiento sobre el trauma complejo, fue (y sigue siendo) de mucha ayuda. También reconozco, que mientras más una sabe, más una se exige, así que la presión de mí para mí era intensa. 

La maternidad, no importa si es biológica o por adopción, es difícil. Asumir este rol impacta cada área de tu vida y a veces se experimenta una sensación de perdida de una misma. Ser mamá no es lo mismo que ser papá. No importa cuán presente sea papá o cuanto asuma su paternidad, socialmente la carga mayor la recibimos nosotras. Esto es algo que siempre he tenido claro, el cuento de la maternidad romántica, donde todo es perfecto, feliz y bello, nunca me convenció.

Desde el momento en que decidí asumir la maternidad desde la adopción, siempre tuve presente que mi “vida profesional” se vería afectada. Recientemente, comencé a leer el libro de “Mama Desobediente: Una Mirada Feminista a la Maternidad” y la reflexión que esta autora española realiza sobre las licencias de maternidad en diferentes países me hicieron reflexionar mucho sobre la coexistencia de nuestro aspecto profesional y de mamá en esta sociedad. Como mamá por adopción de un niño grande, ocho semanas no fueron suficientes, de hecho, terminando la licencia  de maternidad empezó lo más difícil del proceso de ajuste. Reflexioné también en todas las mujeres que tienen hijes de manera biológica, ¿Qué son ocho semanas? No tengo que parir para saber que ocho semanas son nada para manejar todos los cambios físicos, emocionales y el ajuste de lo que es parir y maternar desde esa vía. El tema de las licencias por maternidad es una de las cosas que sin importar la manera en la que una se convierta en madre tiene un impacto grande en nuestros procesos de ajuste. Esto va más allá del escenario laboral, esto tiene que ver con el sistema machista y patriarcal que minimiza nuestra gesta como mamás, pero a la vez nos exige como si maternar fuera lo único que hacemos en la vida. 

En la psicología, para efectos de diagnósticos, siempre se hace referencia a que los procesos de ajuste toman tres meses. Siempre le explico a mis pacientes que eso es un más o menos, pero en nuestra cultura muchas veces puede ser más.  Los procesos de ajuste son las reacciones emocionales y conductuales que se tienen ante cambios o eventos vitales. El tiempo de “ajuste” va a depender de muchas cosas, incluyendo las estrategias de manejo de la persona, apoyo social, recursos disponibles y un montón de cosas más. Si siempre he creído que ese tiempo puede cambiar de acuerdo a las circunstancias y aspectos culturales, ahora reflexiono que ajustarse a la maternidad toma mucho más. Mientras escribo esto se cumple un año del comienzo de mi maternidad y ahora es que siento que me estoy empezando a ajustar…

Los meses subsiguientes a que JJ comenzó a vivir en nuestro hogar tuvimos muchos procesos de ajuste, todos a la misma vez. Primero y el más grande, pasar de ser una familia de dos personas adultas a tener un niño. Aunque había muchas cosas que JJ podía hacer “solo” tuvimos dos asuntos que fueron los que más nos tomaron tiempo (y aún lo siguen haciendo).  El primero es bastante básico, necesitamos crear un vínculo. Aunque Javi y yo estamos dispuestes a hacerlo todo por nuestro chiquito, la verdad es que en ese momento seguíamos siendo dos adultos que viven juntos hace ocho años con un niño que llevamos conociendo un mes. Y ese primer asunto se ve impactado por el segundo, el miedo al abandono de parte de JJ. 

Los primeros dos meses de nuestra convivencia fueron como una de estar de vacaciones, una termina cansada, pero emocionada, fuera de rutina. Entre septiembre y octubre tuvimos momentos emocionalmente intensos, pero todo fue manejable. El tiempo se fue entre espacios de celebración, muchas primeras veces, encuentros de JJ con su nueva familia y un montón de citas médicas y gestiones de coordinación vinculado al cuidado de nuestro niño.

En noviembre comenzamos a planificar el cumpleaños #7 de nuestro chico, queríamos darle un día especial y que supiera que valoramos su vida. JJ escogió el tema de dinosaurios y como nada de lo que había en las tiendas me gustó mucho, se despertó en mí una chispa de creatividad que me llevó a terminar haciendo toda la decoración yo misma. Retomar mi creatividad ha sido uno de los grandes e inesperados regalos que me ha dado la maternidad. Ese mes regresé al trabajo, pero cada noche, cuando Javi se iba a dormir al nene, yo me iba a la oficina a crear cada detalle para ese día especial. Estuve así hasta que a principios de diciembre celebramos su vida. Su carita fue magia y sus palabras fueron “¿todo esto es para mí?”... 

Noviembre también marcó una transición inesperada y difícil. Habíamos decorado juntos para Halloween y JJ tenía mucha ilusión por ya empezar a decorar de navidad. El día que decoramos él estaba feliz, decía cuan hermosa sé vía la casa. Pero, con el encendido navideño, algo se movió dentro de él y comenzaron unas conductas que no habíamos visto antes. 

Creemos que fue una combinación de elementos los que despertaron en él tanto dolor. Cambios de rutina, aniversarios de experiencias traumáticas y posiblemente otras memorias de cosas que no sabemos. De igual modo, había mucha incertidumbre, él constantemente nos preguntaba cuando íbamos a “firmar los papeles” (él quería ya cambiar su nombre y viajar para conocer sus primos) pero sobre todo tenía miedo que le abandonemos. Las situaciones cada vez eran más difíciles, fueron escalando hasta que llegó un momento donde sentimos que no teníamos control de nada. Teníamos miedo de salir o dejarlo cuidando porque no sabíamos en qué momento tendríamos una explosión en sus emociones y conductas. Habíamos intentado todo, cada vez era más intenso y con esa intensidad crecía nuestra frustración. 

Mientras manejábamos esta ola de emociones, agresividad e intensidad, trabajábamos con la petición de adopción. Nos enterábamos de cosas que no estaban en nuestras manos y que hacían más lento el proceso. Yo seguía asistiendo al trabajo, como se suponía, pero sentía que el cansancio emocional de la casa, los estresores del ambiente laboral, más la carga emocional que implica dar terapia, eran algo que podía más que yo. 

Luego de un diciembre ultra-mega intenso y un aumento en la dosis de antidepresivos, decidí tomar la primera semana de enero por vacaciones del trabajo. No tenía cuido para el nene y sentía que no podía más con dos estresores tan grandes a la misma vez. Esa semana, fue la crisis más fuerte. Por fortuna todos esos meses contamos con el apoyo de Keyla, trabajadora social y Directora Ejecutiva del Hogar Cuna San Cristóbal. Ese día, literalmente, ella me salvó. Llegó a casa en medio de la crisis y me ayudo a sobrevivirla. Luego llegó Javi, quien sin planificación terminó tomando el resto de la semana libre, por si había una crisis no me cogiera sola. 

Ya en diciembre Keyla nos había prestado un DVD de TBRI, el cansancio emocional era tanto que Javi y yo simplemente lo ignoramos. ¿Qué más nos iban a decir? Pero fue esa semana que dijimos, vamos a verlo… Y fue esa semana que todo cambió. TBRI son las siglas de Trust-Based Relational Intervention, en español “Intervención relacional basada en la confianza”. Es un modelo desarrollado para una niñez con historias difíciles que te ayuda a entender y manejar las conductas desde una perspectiva de trauma informado y enfocado en la conexión. 

Para el manejo de conductas difíciles habíamos intentado todo. Cuando digo todo, quiero que tengan en contexto que mi esposo y yo practicamos psicología clínica, que el nene tiene todas las terapias habidas y por haber, y que siempre estuvimos acompañados del equipo de HCSC. Creo que cada dos o tres días cambiamos a una estrategia nueva y nada funcionaba. Cuando vimos el DVD fue como sentir un abrazo, lo primero que experimenté fue validación. Luego busqué un papel y bolígrafo y empece a tomar notas. Tan pronto empezamos a aplicar las destrezas aprendidas, comenzamos a ver cambios en la conducta de JJ. 

Aplicar en nuestra crianza TBRI es emocionalmente drenante, como una vez nos dijo el psicólogo de JJ, “tener una actitud juguetona todo el tiempo es fuerte”. Pero ver como nuestro vínculo ha crecido, como JJ ha logrado experimentar mayor seguridad en sí mismo, en su mamá, en su papá y su ambiente, verle aprender a manejar sus emociones vale el esfuerzo.  

Sabemos que el proceso de construir una familia desde las experiencias de trauma no es un proceso lineal. Tenemos consciencia que con el tiempo continuarán llegando situaciones y retos. También sé que somos una familia 4x4 y estamos listos para seguir aprendiendo, ajustándonos y creciendo juntes. Comencé mi periodo de maternidad tomando antidepresivos y no me arrepiento. Un año después los sigo tomando, tengo mi psicóloga y es lo mejor que pude hacer. Los estresores laborales a la par con mi ajuste a la maternidad era apretar directamente ese botón de pánico de perder a mi yo profesional dentro de mi yo mamá. Ya me veo y me reconozco como algo mucho más que mi área profesional, sigo dando el máximo con mis pacientes, pero ya no le doy tanta importancia a esa visión idealizada de mi misma como profesional. 

Aprender a ser mamá, me está enseñando a manejar con mayor efectividad las personas que hacen de mi ambiente laboral (y de la vida en general) uno menos placentero. Lo que antes parecía tan importante, ahora lo veo diferente, puede ser incómodo, pero no me define, me puedo ver más allá de las situaciones. Considerarme en todas mis facetas me ha ayudado a neutralizar lo que es incómodo en solo una de ellas. Después de todo, además de ser psicóloga, soy mucho más.  

La maternidad esta llena de cosas no esperadas, en mi entrada "lo que no me esperaba de la maternidad" te cuento un poco más sobre mis sorpresas.  

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Fabiola Ortiz
Rodriguez Ortiz Heysha

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